Profesión: dibujante

Luis García Durán

La ilustradora Val García Durán rinde un entrañable homenaje a su padre Luis García Durán, talentoso y reconocido historietista argentino. Sus sentidas palabras nos acercan a su trabajo y nos permiten valorar su legado.

Por Val García Durán  

Mi papá siempre supo lo que quería ser de grande: Quería dibujar. Y dibujó horas y horas durante años y años. Dibujó toda su vida. Nadie en la familia se dedicaba al arte, no tenían posibilidad de pagarle la carrera, la escuela de dibujo, ni los talleres; pero tenía todo el apoyo de sus padres en eso que había elegido y lo apasionaba. Así que a los trece años entró a trabajar en una agencia de publicidad como cadete para poder estudiar. Su aprendizaje comenzó en la Mutualidad de Bellas Artes; luego fue alumno de Jean Josse —un gran artista de origen inglés con el que aprendió mucho sobre el dibujo de la figura humana—; y, por supuesto, también pasó por la Escuela Panamericana. En esa institución su profesor era Daniel Haupt, y allí conoció y comenzó su amistad con Lucho Olivera y Gerardo Canelo. Nunca trabajó como ayudante, sino que fue directamente dibujante de historieta. A los dieciocho años publicó su primer trabajo en Rayo Rojo.

Ensayo en el Alvear

Su ser dibujante no sólo lo llevó a dibujar historietas (más adelante también escribiría sus propios guiones), sino también a tener una agencia de publicidad, ser editor, ilustrador y artista plástico.

Una de las cosas que heredé de mi padre es el espíritu inquieto. Esto implica salir de la zona de confort (lo cual puede ser muy incómodo). Su ser dibujante no sólo lo llevó a dibujar historietas (más adelante también escribiría sus propios guiones), sino también a tener una agencia de publicidad, ser editor, ilustrador y artista plástico.

Hace unos años conocí a Sole Benvenuto y su hermoso Viejo Mercado Don Toto (@mercadodontoto), un lugar increíble en el Tigre lleno de antigüedades, muebles, vajilla, objetos retro y una gran colección de juguetes. Charlando con ella nació la propuesta de hacer una serie de óleos y acuarelas dedicada a los juguetes antiguos.

Durante sus años con la agencia uno de los clientes de papá fue Halcón, una fábrica de juguetes y rodados muy importante en Argentina, a quienes les hacía —a mediados de los años 70— la gráfica y los catálogos.

Página de la serie “Nan Hai”, ilustrada por García Durán con guión de Robin Wood.

Siempre fue generoso con el conocimiento, no sólo conmigo, sino con quienes tuvieran deseo de aprender.

Entonces, cuando entre los juguetes encontré esos mismos que él había ilustrado para los catálogos —como Abrojito—, sentí que no era casualidad que yo estuviera ahí: Don Toto me estaba regalando algo muy especial.

Papá fue mi maestro, pero no sólo me enseñó a dibujar y pintar. De él aprendí la ética de trabajo, lo importante que es la modestia, la perseverancia, la búsqueda constante. No tener miedo al cambio o a empezar de cero fue otro de esos principios. Esto también hizo que me criara en Marbella, España, un lugar al que emigramos buscando mejores condiciones de trabajo en una época en la que en Argentina no existían los derechos de autor —por esos años los dibujantes se veían obligados a entregar los originales a la editorial y no les pagaban cuando esos trabajos eran republicados y vendidos al exterior—.

Por otro lado, que él fuera mi maestro también supuso un nivel de autoexigencia muy alto. Me costó mucho mostrar mi trabajo (me sigue costando) porque siempre siento que podría ser mejor, que le falta, que no está al nivel que me gustaría alcanzar.

Quizá todos los años de práctica de karate hicieron que sus correcciones siempre fueran implacables: era como un samurai katana en mano, definitivamente no apto para egos sensibles. “Eso está todo chingado”, era el comienzo. Pero lo que venía después valía la pena: una explicación del cómo, por qué, proporciones, anatomía. El dominio de la figura humana y su línea elegante y estilizada eran características de su trabajo. Siempre fue generoso con el conocimiento, no sólo conmigo, sino con quienes tuvieran deseo de aprender y pudieran seguir escuchando después de que su orgullo fuera decapitado.

En la década del ochenta junto con Wood crean “Kozacovich & Connors”, serie que es realizada para el mercado italiano

El dominio de la figura humana y su línea elegante y estilizada eran características de su trabajo.

“Libertad”, ilustrado por Luis García Durán con guión de Enrique Barreiro

Mi papá siempre supo que quería ser dibujante, yo, en cambio, durante toda mi infancia y adolescencia quise ser Arqueóloga y Espeleóloga. La verdad es que quería ser Indiana Jones, pero la realidad de lo que me esperaba como profesional hizo que cambiara el rumbo y dejara mis sueños de aventuras y de explorar cuevas para las vacaciones.

Pasé por un año de Publicidad y varios de cine hasta que un día, mientras miraba a papá pintar al temple me dio el pincel y me dijo: “tomá, probá”. Yo nunca quise ser dibujante hasta ese día en que, con esa pincelada, supe lo que quería hacer de ahí en adelante.

Tener un padre dibujante para mi significó crecer rodeada de pinceles, lápices y tinta china. Terminar con las yemas de los dedos dibujadas con caritas luego de acercarme al tablero y que me contara un cuento mientras lo dibujaba en el pizarrón que tenía en mi cuarto; y que después me diera la tiza con una sonrisa y me dijera: “ahora te toca a vos”.

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Hace unos años conocí a Sole Benvenuto y su hermoso Viejo Mercado Don Toto, un lugar increíble en el Tigre lleno de antigüedades, muebles, vajilla, objetos retro y una gran colección de juguetes. Charlando con ella nació la propuesta de hacer una serie de óleos y acuarelas dedicada a los juguetes antiguos. Cuando entre los juguetes encontré esos mismos que mi papá había ilustrado para los catálogos de Halcón —como Abrojito—, sentí que no era casualidad que yo estuviera ahí.

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