LA ESPUMA

Ana Inés Castelli, más conocida como Piper, comparte el trabajo realizado con las ilustraciones para el libro de la escritora Perla Suez llamado La espuma. En la nota, también recorre sus inicios en la profesión, su experiencia con la docencia y su trabajo creativo.

Por Gise Four  

¿Qué podés contarnos sobre tus comienzos y tu formación en el mundo de la ilustración?

Si tuviera que pensar en comienzos no sabría exactamente dónde marcar el punto de partida. Tal vez mi primer contacto con la ilustración fue como lectora de libros: los de mi casa, los de bibliotecas a las que iba cuando era chica. Recuerdo las ilustraciones de colecciones como las de Chiribitil; libros ilustrados de editorial Atlántida; de editorial Plus Ultra; una colección de Historia Ilustrada del Mundo, de Ediciones Plesa; libros de inglés plagados de viñetas (con escenas, situaciones, personajes y objetos); varios ejemplares de la serie naranja de Barco de Vapor, y la lista sigue. También disfrutaba de ilustraciones que no habían sido pensadas específicamente para las infancias. Y dibujaba mucho. Menciono esto porque creo que parte de mi formación comenzó gracias a haber tenido acceso y estímulo para leer texto e imágenes desde una edad temprana, disfrutar de ese objeto maravilloso que son los libros.

 El cine (películas o animación), las muestras de Arte, y situaciones de la vida cotidiana también me enseñaron a leer imágenes. Pensándolo así, el universo se amplía y a la vez se me dificulta medir o identificar dónde incorporé un lenguaje visual. Todo eso que se escapa a la clasificación es lo que luego aparece como un hallazgo durante el proceso creativo. Están, además, los recursos y artilugios visuales que aprendí gracias a la formación académica o sistematizada en cursos, talleres, seminarios. Entonces, para responder desde lo formal, me recibí de diseñadora en Comunicación Visual en la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de La Plata. Allí también realicé parte de mi formación artística cuando transité algunos años por el profesorado en Artes Plásticas con orientación en Escultura.

 En un momento determinado —e influenciada por el nacimiento de mis sobrinas y mi trabajo como diseñadora editorial— retomé mi curiosidad por la ilustración y la literatura; y busqué la manera de ampliar mis conocimientos a través de talleres, seminarios y cursos. Algunos de ellos han sido: ilustración científica, procesos creativos orienta - dos a la ilustración infantil, talleres sobre técnicas de dibujo (analógicas y digitales), seminarios de literatura, cursos en la programación de festivales de ilustración y ferias de libros. En medio de ello, cada tanto, volvía a buscar insumo gráfico en los oficios del diseño, el dibujo y la escultura. Este es el baúl de herramientas al que echo mano al momento de trabajar.

Quiénes son tus referentes?

Con los años algunas referencias cambian, otras desaparecen y surgen algunas nuevas. Por hacer el ejercicio de nombrar, de forma aleatoria y desordenada, comparto esta lista de artistas (que sigue una lógica afectiva y una memoria caprichosa). Allí estarían juntos y revueltos: prácticamente todo el plantel de ilustradores de Chiribitil (Perla Bajder, Julia Díaz, Delia Contarbio, Luis Pollini, Clara Urquijo, Elba Bairon), Rebeca Luciani, Eleonora Arroyo, Federico Fellini, Fernando Pessoa, Ettore Scola, Mario Monicelli, Sara Fanelli, Paul Klee (y plantel Bauhaus), Leo Lionni, Bruno Munari, Gianni Rodari, Kveta Pacovska, Cecilia Afonso Esteves, Juan Lima, María Elena Walsh, Saul Bass, J.Borges (José Francisco Borges), Anabella López, Eric Battut, Isidro Ferrer, Yves Klein, Kazimir Malevich, Louise Bourgeois, Beatrice Alemagna, Mariana Chiesa Mateos, Eduardo Stupía, Jesús Cisneros, Fernando Vilela, Roger Mello, Daniela Tieni, Andrea Antinori, Elena Odriozola, Power Paola, Ayax Barnes, Raúl Guridi, Ana Biscaia, Chacha, Horacio Elena, Viviana Barletta, Oski (Oscar Conti), Renata Schussheim, Chiara Carrer, Antonio Pujía, Emanuele Luzzati, Madalena Matoso, Liliana Porter, Alexander Calder, Katsumi Komagata, Eduardo Chillida, Maira Kalman, Henri Matisse, Raquel Forner… ¡Uff! Me voy a quedar corta porque las referencias pueden llegar de cualquier lado, cualquier arte, cualquier tiempo.

Las referencias pueden ser visuales, literarias, cinematográficas, hasta musicales: Björk, Antônio Jobim, Steve Gunn, Duke Ellington. Hay trabajos de ilustración que he hecho, de los que podría hacer una lista de temas que me acompañaron durante ese proceso. También voy viendo y aprendo del trabajo que realizan amigas y/o colegas ilustradoras como Marina Zanollo, Gabriela Burín, Jimena Tello, Cecilia Codoni, María José de Tellería, ¡y muchas y muchos más!

Qué es lo que más disfrutás de tu trabajo como ilustradora?

La posibilidad. Cada trabajo que comienzo es para mí una terra incógnita. No sé cómo lo voy a resolver, de qué me voy a nutrir, qué encontraré en el camino. Me gusta leer, documentarme, probar materiales, equivocarme, garabatear, jugar, abrir un paréntesis hacia una realidad alterna.

Sobre el trabajo en La espuma, ¿qué podés contarnos sobre los orígenes del libro? Por otra parte, ¿cómo te llegó la propuesta de ilustrarlo? Y, finalmente, ¿cómo fue el trabajo con la escritora Perla Suez?

Con Perla tuvimos una larga conversación. Ella me escribió para acercarme la idea de encarar juntas este proyecto y no lo dudé. De su pluma había leído por aquél tiempo Un oso (ilustrado por Germán Wendel) y Aconcagua (un libro que hizo con Rebeca Luciani, editado por Ojoreja) y me había encantado su manera de contar, el espacio que cada texto dejaba a la imaginación. Sin embargo me llevó tiempo encontrar las imágenes definitivas para acompañar las palabras de La espuma. 

Cada trabajo que comienzo es para mí una terra incógnita. No sé cómo lo voy a resolver, de qué me voy a nutrir, qué encontraré en el camino.

El proyecto quedó en suspenso por razones de fuerza mayor: nació mi hijo, hice un viaje a la Feria de Bolonia, pasó la pandemia. A pesar de todo, de a poco fui retomándolo hasta darle forma. Pudimos sostener la conversación y probé varias alternativas para aproximarme al texto. Para eso presté atención a ciertas claves que encontré en el relato, su ritmo, tono y respiración. Al mostrarle los bosquejos a Perla intercambiamos miradas, sugerencias, impresiones.

Más tarde se sumó a la cocina del libro Daniela Szpilbarg, que es la directora de Pupek. Siempre hubo permeabilidad, escucha, y apertura a lo que iba apareciendo. Además de trabajar en las ilustraciones tuve la posibilidad de hacer el diseño de maqueta, con lo cual me ocupé de la composición, la elección tipográfica, los detalles de terminación. Todo fluyó orgánicamente. Me interesa destacar que para el libro utilizamos la tipografía Labrada (diseño de Mercedes Jáuregui y producción de Omnibus-Type con la colaboración de Aldo de Losa y Oscar Guerrero). La misma fue distinguida con el Sello Buen Diseño argentino (2023).

La historia de La Espuma está inspirada en un relato del pueblo Araucano. Como toda historia creada por las culturas madres de América, la naturaleza está e el centro del relato: la bruma, el agua, la montaña, la noche. ¿Cómo fue encontrarte con éste relato escrito “alrededor del fuego”. ¿En qué te inspiraste?

Una de las ideas que estuvo muy presente es el desplazamiento de la humanidad como centro, para dejar espacio a una visión de la vida humana integrada a la naturaleza (siendo parte y sin ocupar un lugar de jerarquía). Eso está relacionado con la cosmovisión mapuche y se observa en el tono del relato. La versión sobre la leyenda de Ñaué nos cuenta, sin edulcorar ni dramatizar, un evento que afectó la vida de una comunidad pero que por fuerza de un giro poético y de la literatura, Perla buscó resignificar en la voz del relato y su desenlace. Mi intención, desde la ilustración, fue transitar con las imágenes un recorrido similar, cercano, aunque no literal. En un retorno a la cultura mapuche y el territorio —además de la bruma, el agua, la noche— busqué pistas sobre la Araucanía, la Luna, las estaciones, el horizonte pampeano, los caballos, el árbol de canelo (boie o foie) y la laguna.

 

Por lo que compartís en las redes, puede verse que tu búsqueda va de la mano del juego, de lo experimental y los encuentros con lo “inesperado”… ¿Qué podés compartir sobre la elección de la paleta de color y las técnicas que utilizaste en el libro?

La paleta de color fue cambiando. Al comienzo había más colores, aunque desde un principio sentí que deberían estar presentes los blancos y los azules. Posteriormente, en un trabajo de selección, depuración, investigación, lectura, resultó definitivo este contraste de valor, saturación y temperatura. En la cultura mapuche, el blanco (ayon-lig) y el azul (kallfü) están cargados de simbolismo: se vinculan al mundo espiritual, a la curación y la sabiduría.  Además, el azul puede representar la distancia, el azul de un horario indefinido, así como cuando se entra en la noche o en las horas de transición hacia el día.

El blanco lo elegí (en parte) por la luminosidad de la Luna, que marca con su ciclo los tiempos y ordena el mundo. En la paleta están presentes algunos acentos verdes, grises y cobre, a los que asigné un significado. Sin embargo, la paleta no tiene su fundamento preciso en una lógica simbólica o proveniente de alguna teoría de la gestalt. (O en parte sí, pero no solamente). Existen cuestiones del color que surgen de una fuente emocional para la cual no tengo explicación racional que las justifique. Agrego algo más respecto del uso del color para este relato: Cuando lo leí no pude abstraerme del proceso histórico que atravesaron (y atraviesan) las comunidades mapuches sobre el territorio.

 

Existen cuestiones del color que surgen de una fuente emocional para la cual no tengo explicación racional que las justifique.

 

Entonces, más allá de ser el blanco de la Luna, la bruma, la aridez del paisaje, es también el blanco que resta visibilidad, el blanco de la elipsis, la ausencia. Quizá esta mirada debería guardarla para mí, porque no busco explicar cada una de las elecciones que fui tomando, ni orientar la interpretación de las imágenes en un sentido unívoco. El color, como la imagen y las palabras, no deberían quedar atrapadas en una sola lectura. Respecto de las técnicas, me resultó inevitable mezclarlas. En mi día a día siempre pasan de una a la otra. Se suman caóticamente hasta que en algún momento siento la necesidad de organizarlas para contar algo con ellas. A veces, me limito a usar una sola técnica, otras veces mezclo varias en un mismo libro. Para este trabajo utilicé muchos materiales: tintas, lápices, óleo, crayones, acrílicos. También recurrí a técnicas analógicas como el esténcil, el pochoir y la transferencia. Hay bosquejos pequeños, grandes, garabatos, notas…

En algún momento hice una especie de storyboard que nunca seguí al pie de la letra pero me sirvió para plantear una secuencia de situaciones, buscar un ritmo, una guía a la hora de componer las imágenes. Todo, o casi todo, fue a parar al escáner y allí seguí haciendo pruebas hasta que evalué qué dejar y qué sacar para narrar visualmente la historia.

Estuvimos presentes en la presentación del libro en la 48 Feria Internacional del Libro de Bs As. ¿Cómo resultó la experiencia? Contanos también en qué consistió la propuesta gráfica para los niños que concurrieron y qué tuviste en cuenta al idearla.

La idea de la presentación del libro en la Feria era darlo a conocer de la mano de sus autoras y abrir un espacio para las preguntas. La actividad de dibujo para chicos y chicas era una invitación a recrear un paisaje o algún pasaje del libro. Con los niños compartimos dibujos, conversaciones y un collage colectivo (teníamos un pliego largo de papel y varios materiales para dibujar, cortar y pegar). Dentro del movimiento vertiginoso de la Feria, me parece valioso que haya momentos para que las infancias puedan leer (o que les lean), expresarse, preguntar, imaginar, tener un lugar y una experiencia que puedan identificar como propia.

Tu costado docente ocupa un lugar importante en tu vida. ¿Qué podés compartir sobre tus experiencias en el campo de la enseñanza?

Realizo talleres desde 2012 tanto presenciales como virtuales (aunque debo decir que de un tiempo a esta parte he sentido con mayor fuerza la necesidad de poder reencontrarnos en un mismo tiempo y espacio). He participado en festivales de ilustración, bibliotecas populares, espacios culturales, ferias de libros. Para los talleres me gusta pensar las propuestas como un juego y casi siempre tienen una impronta de expedición. Es decir, los diseño, planifico y organizo pero no estoy buscando un resultado específico. Me interesa que encontremos en cada propuesta (y en cada grupo) un entusiasmo para crear con los materiales, jugar con cada consigna (como si esta fuera un juguete), descubrir y aprender algo sobre lo que estamos haciendo y sobre nosotros mismos. Usualmente, el origen de los temas tiene que ver con mis propias inquietudes sobre los materiales, el dibujo, los colores, la literatura. Nacen a partir de preguntas que deseo compartir. En esa línea algunas de las propuestas más recientes son: Pequeña Valija Impresora; Si yo fuera un tren (La Casita de la Estación, 2022); Poética de los colores (CCK, propuesta seleccionada en la Convocatoria “Maneras de habitar el mundo”, 2022); Así es el color de mis sueños (CCK, dentro del ciclo “Dicho y hecho”, 2022); Esto NO es un taller; Qué fue primero ¿el dibujo o la gallina?; y Taller Cocoliche (en Espacio Cultural el Hormiguero, 2018-2020).

La Pequeña Valija impresora, es un taller cuyo formato diseñé y en el que a su vez incorporé un equipo rotativo de artistas a quienes coordino. Me pareció interesante sumarlos a la docencia porque enriquecen el taller con su experiencia. Ellos son: Natacha Esains, Paulita Panfili, Micaela Trucco, Josefina López Muro, Marina Zanollo, Andrea Iriart y Fabi Di Luca. El taller ha funcionado en espacios diversos y multitudinarios como Tecnópolis (2022- 2023), Centro Cultural Kirchner (2023), Feria del libro de Comodoro Rivadavia (2023), Festival IM - PARABLE (CELS, 2023), y en Bibliotecas Populares, Espacios Culturales.

Por otra parte, trabajamos dos años consecutivos con Marina Zanollo en los Juegos Evita (2022 y 2023) donde dictamos el taller La voz del color (que programamos juntas), para jóvenes provenientes de todas partes del país (23 provincias y CABA) y que habían resultado ganadores en la categoría de Dibujo y Pintura de cada provincia.

A la lista de talleres se suma uno nuevo llamado En la punta de la Lengua, que proyectamos junto a Liza Battistuzzi como una actividad dentro del evento platense la Noche de las librerías, para el espacio de la librería Palabras Sin Prisa. Actualmente, la propuesta continúa rodando por espacios culturales y bibliotecas.

Retomando aquí la cuestión de las referencias, sin idealizar, en la mayor parte de las experiencias de taller siento que aprendo más de lo que enseño. Resultan inspiradoras las formas de resolver las imágenes que encontramos entre personas de todas las edades y de todos los lugares. Y por supuesto, siempre he disfrutado y disfruto dibujar junto a las infancias más cercanas como mi hijo y mis sobrinas. Muchas veces, para el asombro o la maravilla, se trata de llegar a un estado de distracción atenta donde haya espacio para dialogar con la fantasía.

 

Ana Inés Castelli

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Estación Unión Taller

Taller de Producción (presencial), espacio de coworking compartido con Cecilia Codoni y Florencia Basso. Barrio Hipódromo, La Plata.