“Voy por la vida en piloto automático imaginando historias”

Iban Barrenetxea , Diseñador gráfico, ilustrador, escritor y fanático del chocolate, Iban nos cuenta sobre su vida, su trabajo y sus gustos.

Por Alejandra Santín  

Iban nació en 1973 en Elgoibar (Guipúzcoa) y se formó como diseñador gráfico. En 2010 se volcó al mundo de los libros y comenzó su carrera como ilustrador. Actualmente se desempeña como ilustrador y escritor. Su trabajo ha recibido numerosos premios, entre ellos una placa de honor en la Bienal de Bratislava de 2011. Sus libros han sido traducidos al portugués, francés, ruso, japonés y coreano. 

Naciste en el norte de España. ¿Cómo creés que influyó en tu trabajo el lugar donde creciste?

Supongo que siempre influye el lugar de nacimiento, la cultura, el lenguaje… Por ejemplo: yo vivo en un lugar donde además del castellano se habla el Euskera. Pero creo que si algo me ha influido en ese sentido es el paisaje. Creo que cuando describo los bosques, el mar, no puedo evitar que en mis historias se cuelen esos bosques que me rodean. A pesar de que el escenario de mis historias sea un lugar de la imaginación.

La infancia es un período importante. Nos marca y sin darnos cuenta nos lleva a tomar decisiones como qué queremos ser o a qué nos vamos a dedicar. ¿Qué te gustaba de pequeño?

Me gustaba mucho comer chocolate. Era el típico niño introvertido que prefería quedarse en un rincón leyendo, dibujando, organizando batallitas con mis soldados de juguete. Y también me gustaban las historias. Aquellas películas de aventuras y piratas con el inigualable Errol Flynn. En realidad no me gustaba “dibujar por dibujar”. Era precisamente una forma de continuar viviendo y experimentando esas historias que encontraba en los cómics, los libros y el cine.

Como ilustrador, ¿qué te llevó a escribir libros? 

En realidad no se trata exactamente de una decisión. Es algo que para mí ha ido unido siempre. Lo que siento es la necesidad de contar historias. Escribir y dibujar no son más que el medio para contarlas.

Quienes trabajamos en esto tenemos puntos de partida o inspiración muy diversos, ¿cuál es el tuyo? 

Me paso el día soñando despierto. Uno de los mayores misterios de mi vida es como (aún) nunca he caído por una alcantarilla o no voy chocando con las farolas. Básicamente voy por la vida en piloto automático imaginando historias. A veces esas historias van tomando forma hasta convertirse en algo parecido a una narración que puede ponerse sobre el papel y ser presentada a los demás. Así que en realidad antes de nada viene eso, la historia. La escritura y los dibujos vienen después. Por motivos prácticos prefiero escribir antes (ya que no sé qué formato tendrá el libro), pero por lo general las imágenes ya las tengo en mi mente.

Muchos ilustradores tenemos influencias y gustos, ¿cuáles son tus preferencias a la hora de leer o mirar TV? 

Me gustan mucho los clásicos. Llevo años obsesionado con Henry James, aunque si pudiera escoger un modelo, me gustaría escribir como Dickens. Entre los escritores españoles adoro a Galdós. También me apasionan los cuentos tradicionales. Y leo mucha fantasía y bastantes biografías, historia… En fin, un poco de todo. Leer me gusta casi tanto como comer chocolate. También me gusta mucho el cine clásico y me apasiona el cine mudo, desde Buster Keaton al expresionismo alemán.

¿Cuáles son los ilustradores o pintores que admirás?

Me encanta Norman Rockwell por el contenido narrativo de sus imágenes; John Singer Sargent que para mí es el Henry James de la pintura; el inigualable Edward Gorey; y tantos otros… muchos de los cuales tienen una estética muy diferente a lo que hago. Sempé, por ejemplo, o Quentin Blake, me dan una envidia tremenda. Y durante los últimos años estoy estudiando (todo lo que puedo) a los ilustradores satíricos de los siglos XVIII y XIX, como Thomas Rowlandson y James Gillray. Investigar revistas como Punch y Le Rire es una fuente inagotable de sorpresas.

Lo que siento
es la necesidad
de contar
historias.
Escribir y dibujar
no son más
que el medio
para contarlas.

Tus personajes son interesantes, cautivadores y a veces humorísticos, ¿cómo surgen las imágenes para diseñarlos desde cero?

Creo que ese es el “superpoder” que poseemos los niños introvertidos que nos quedábamos en el rincón observando. Siempre estamos tomando notas que terminan por materializarse en los libros.

Tus libros y tus historias, ¿surgen de una necesidad personal o de algún disparador externo?

Creo que es la confluencia de varias cosas. La verdad es que esto de inventar historias y contarlas es un hábito un poco absurdo para un adulto. Por otro lado, lo que nos diferencia de los chimpancés es precisamente nuestra capacidad para narrar. A veces pienso que soy como Scheherezade, que si no invento historias vendrá el sultán a cortarme la cabeza. Y sin cabeza sería muy complicado comer chocolate.

Los ambientes que diseñás son hipnóticos y atrapantes, ¿cómo surgió la idea de trabajar una perspectiva plana? 

Yo creo que viene de mis influencias, o de tratar de representar la acción de forma teatral. También soy muy fan del cine mudo, donde la narración no depende tanto del juego de planos como en el cine moderno o el cómic. Simplemente represento la escena y trato de dejar pistas para permitir que el lector las descubra y las “lea” en el contexto de la secuencia y la narración.

¿Cómo surgió la idea de tu primer libro? 

Ni siquiera puedo recordar mi primer intento de escribir una novela. Probablemente mis primeros intentos los realicé en hojas cuadriculadas manchadas con el chocolate de la merienda. Escribir y dibujar es algo que he hecho durante toda mi vida. No me dedicaba a esto porque nunca pensé que podría llegar a ser una profesión para mí. Pero al final terminó llegando como algo natural. Básicamente dejé de ponerme excusas para no hacerlo.

De los libros que realizaste, ¿cuál es tu favorito? 

El que considero mi libro más redondo es un cuento titulado Benicio y el Prodigioso Náufrago. No sabría explicar por qué. Creo que es (de mis libros) el que ha tenido menos “éxito” de ventas. Cosas que suceden. Y le tengo mucho cariño a los personajes de mis libros de Brujarella.

De todos los libros que ilustraste (que ya son muchos), ¿cuál fue el que te pareció más difícil? 

Bombástica Naturalis fue una locura. Me llevó casi un año de trabajo. Tengo la tendencia a complicarme muchísimo la vida.

Soy muy fan del cine mudo,
donde la narración
no depende tanto del juego
de planos como en
el cine moderno o el cómic.
Simplemente represento
la escena y trato de dejar
pistas para permitir que
el lector las descubra
y las “lea” en el contexto de
la secuencia y la narración

En tus libros siempre hay detalles que van narrando una historia paralela al texto. ¿Por qué lo hacés? ¿Te parece necesario o es un juego que le planteás al lector para que se interne más en la historia?

Aunque suene extraño viniendo de un ilustrador, pienso que las ilustraciones no son realmente “necesarias”, ya que el texto debe arreglárselas para contar la historia. Así que cuando incluyo imágenes creo que estas deben aportar algo, cumplir una función, convertir el libro en algo diferente a lo que sería si no las llevase. 

Tu último libro, Tristrás, parece ser tu mejor obra. ¿Qué cambió en tu experiencia a la hora de hacer libros para que sigan superándose? 

En realidad la idea de Tristrás es anterior a la de otros libros que he publicado. Mi proceso a veces es así, dejo que el germen de las historias vaya madurando hasta que llega su momento. Para mí fue muy divertido cuando al fin me puse a escribirlo. Fueron unos meses de puro escapismo durante la pandemia de la COVID-19. Supongo que a los lectores les gustan los elementos familiares que contiene la historia, ese mundo de cuentos tradicionales que invita a salir de lo cotidiano durante un rato. Aunque si tengo que ser sincero, no creo haber hecho nada especial en ese libro. Es lo que me sale.

¿En qué proyectos estás trabajando?

Llevo un año sin producir apenas nada. Pero no es por falta de historias. Simplemente estoy intentando dejar madurar las muchísimas ideas que tengo y experimentando con formas de contarlas. Por ejemplo, estoy empeñado en dejar de lado las técnicas digitales y volver a disfrutar el dibujo con materiales tradicionales. ¿Me atreveré a hacerlo? Veremos...
 

¿Cómo es tu rutina de trabajo? 

Estoy continuamente pensando en libros. Continuamente, de forma obsesiva. A pesar de no estar trabajando siempre hay una parte de mí que está gestando ideas. Todo lo que hago, lo que veo, lo que escucho, los viajes… De una forma u otra todo parece ir a parar a mis libros. A veces es como una explosión y de pronto no puedo parar de escribir o de dibujar. Hay días en los que no sale nada. ¿Qué hago en esos casos? Por supuesto, comer chocolate.

¿Cómo es tu familia y cómo convive con tu trabajo?

Estoy casado con una dama llamada Marta, la cual (a pesar de todas mis manías, mis ataques de pánico y lo mal que toco el piano) aún me aguanta. Tiene por costumbre esconderme el chocolate para que no me lo coma todo en un día. 

¿Qué pensás sobre las IAs? ¿Crees que van a perjudicar nuestro trabajo, como ilustradores y/o escritores? 

Es un tema complejo. Por un lado me fascina la tecnología, y este salto tecnológico me parece pura magia. Se trata de algo muy nuevo y aún no comprendo cómo evolucionarán ciertos vacíos legales (por ejemplo la utilización de imágenes que simulan otros autores, etc.). Pienso que puede ser una herramienta muy útil para generar referencias o para visualizar ideas. Al final, el uso ético o no de esa tecnología lo decidiremos cada uno de nosotros. Pero como tecnología me parece fascinante. No creo que nos reemplace mientras tengamos algo personal que aportar. Por encima de la perfección técnica que pueden ofrecer las IAs, está la aportación del autor que tiene algo que decir, de forma imperfecta pero irreemplazable. Que la gente siga deseando ver lo que hacemos también deberemos ganárnoslo cada uno de nosotros.

Su trayectoria

Placa de honor en la Bienal Internacional de Ilustración de Bratislava 2011.

Premios Euskadi de Literatura en la categoría de ilustración 2012

Finalista en el premio Junceda Iberia y en los CJ Picture Book Awards de Corea por Bombástica Naturalis.

Premio Libro Kirico 2012 concedido por CEGAL.

Premios Euskadi de Literatura Infantil y Juvenil 2012 por El cuento del carpintero.

Por el color del trigo (con texto de Toño Malpica) fue incluido en la lista White Ravens 2013 elaborada por la Internationale Jugendbibliothek München y en la lista de mejores libros del año según el Banco del libro de Venezuela.

 

Iban Barrenetxea

http://www.ibanbarrenetxea.com

Alejandra Santín

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