Durante la década del 50, Martha se convirtió en una reconocida dibujante de historietas de Argentina. Desde Sacapuntas tenemos el honor de compartir algunas de sus citas, que figuran en un libro realizado por la revista Rebrote
Por Pablo Acosta
En la voz de Martha leemos el orgullo. Ella es una mujer fuerte, que en tiempos en los que no se podía elegir, tuvo el coraje para tomar las riendas de su camino.
Así lo vemos también en este fragmento: “Después de tantas vicisitudes (quizás agrandadas por mi niñez inexperta y rebelde) otra vez estaba con mi mamá, que había conseguido un puesto en un quiosco y vivía con dos de los hermanos. Para ese entonces me inscribieron en La Academia Nacional de Cuyo, donde comencé a estudiar dibujo —a pesar de algunas vecinas que decían: “por qué no estudia corte y confección en vez de perder tiempo haciendo rayitas y paparruchadas, haciendo cosas inservibles” ¡Ja!—. Prosigo. Dibujaba y dibujaba con entusiasmo, pero en las materias teóricas ya no tenía tantas ganas, aunque me defendía lo mejor que mi poca disposición me permitía. Así y todo yo tenía entre ceja y ceja ¡HISTORIETAS! Y los profesores me decían que eso no era arte... ¡Ahora pienso que la vocación tira más que una yunta de bueyes ¡Misterio! En esa época de vacas más o menos flacas tuve la oportunidad de pintar figuras sobre maderas —que alguien me encomendó— de “Recuerdos de Mendoza”. Mi mamá y la esposa de mi tío Vinicio trabajaban de modistas ¡Como nos lleva la vida para distintos lugares, no importa la cuna en que hayas nacido! Sólo lo cuento, porque sucedió y habrá miles de casos parecidos: la familia de mamá vivió muchos años como gente adinerada y con el tiempo todo se vino abajo. La joyería, el hermoso chalet... pero mi abuelo era ¡un león! ¡Salió adelante sin una sola queja! Ya les conté, perdió todo y fuimos a vivir mi mamá, mi abuela, mis tres tíos, mi abuelito y yo, frente a la plaza de Moreno, y puso un negocio de relojería y arreglos de instrumentos musicales. Bueno, ahora estábamos en Mendoza —donde viví diez años— y en ese tiempo, practiqué dibujos de historietas mientras estudiaba en Bellas Artes. Ya conté que los profesores estaban en contra de este tipo de dibujo, porque decían que no era arte, pero no me importó, porque yo sentía que la historieta invadía mi cerebro y no quería hacer otro tipo de arte. Y seguí creciendo, hasta que a mis 17 años un hermano de mamá volvió a Buenos Aires y nosotras con él. No me fue difícil conseguir trabajo y entré a trabajar en Muchnik, donde hacía pegatinas. Cuando se cumplieron dos años, después de varias vueltas, conocí a un señor que trabajaba en un diario, que me mandó a otra editorial para que dibujara, y...¡ fui aceptada desde el primer momento que presenté mi carpeta! Era la editorial Columba donde estuve el resto de mi carrera, matizando con dibujos para muchas otras editoriales y países del mundo. Poco a poco se fue tejiendo una larga cadena que me llevó a trabajar en Buenos Aires y desde allí, para Australia, Italia, Estados Unidos, y acá en todas las editoriales. A veces me pregunto cómo pude dibujar tanto y además hacer teatro, televisión, radio, armar una familia...”.
Sobre el nacimiento de su pasión por el dibujo, Martha respondía a una entrevista que le realizó Iván de la Torre en 2010 para su blog Revista Replicante: “No recuerdo mi inicio como “proyecto” de dibujante. Desde muy chica garabateaba todo lo que me venía a la mano. Poco a poco también me di cuenta de que me gustaba el arte escénico, y éste y la historieta eran hermanos mellizos. En mi casa nadie me inculcó nada, pero me dejaron hacer; mi mamá me secundó en mi vocación a pesar de la época donde, por ser mujer, no tenía miras de hacer una gran carrera. Cuando fui más grande estudié en la Academia Nacional de Bellas Artes de la provincia de Mendoza, pero mi idea fija era la historieta y me dediqué de lleno a este tema, con absoluta tozudez”.
Luego rememora junto a Armando Fernández: “soy del signo de capricornio y no recuerdo exactamente cuándo comencé a dibujar pero sí sé que era muy pequeña y mi abuelo solía sentarme en una sillita y me ponía un almohadón. Ahí tomaba el lápiz y me ponía a dibujar. Me corre tinta china por las venas”.
Sus dibujos revelan su alma y su temple. En ellos vemos perfección y mucho trabajo: “Soy muy laboriosa y obstinada. Hoy me pregunto para qué me sirvió hacer todo eso y la respuesta que encuentro es que me hizo feliz. Que esta profesión me dio una rica vida interior. Tengo miles de páginas de cuadritos llenados con tinta china. Creo que casi no hay editorial argentina para la que no haya trabajado. Mi primer trabajo fue “El Conde Kostia”. Trabajé para “la palomita” (N. del E.: Editorial Columba) hasta sus tiempos finales. Siempre fui muy meticulosa en mi trabajo. Leo los guiones, me compenetro, busco la documentación correspondiente, boceto y finalmente paso a tinta. ¡Todo un trabajo! En Columba dibujé muchísimo. Muchas historias unitarias y una serie escrita por José Luis Arévalo llamada “Cuentos del Emir”. También me encanta ilustrar las historias de terror (para los norteamericanos hice muchas) y en los años noventa visité la “DC” en Estados Unidos y me trataron muy bien. Siempre me ha dolido que una revista de la categoría de Intervalo no fuera reconocida. ¡Es como si nunca hubiera existido y fue una publicación que duró sesenta años! Y también me duele no haber sido reconocida por mis pares masculinos; y no sólo yo, otras buenas profesionales como Idelba Lidia Dapueto o Laura Gulino”.
Intervalo, de la Editorial Columba, era una revista destinada a un público femenino. En ella trabajaban ilustradoras, pero también había muchos ilustradores hombres. A ellos durante un tiempo se les solicitó que firmaran con un seudónimo femenino, porque creían que las lectoras se sentirían más cómodas si la publicación tenía un staff femenino.
Ser mujer, tener una familia y trabajar es una combinación difícil, aún hoy, que el trabajo femenino está aceptado en la sociedad. En los años en los que Martha trabajaba, esa era una combinación explosiva: “Las carreras llevan mucho tiempo, y para el hombre puede ser más fácil continuarlas. Yo siempre estuve empecinada en seguir porque ésta es mi vocación. Es decir, a mi hija la he criado al lado de mi mesa de dibujo. El resto es un misterio para mí”. Las carreras llevan mucho tiempo, y para el hombre puede ser más fácil continuarlas. Siempre estuve empecinada en seguir porque es mi vocación. Además de abrirse paso en un mundo de hombres, ¿qué más distingue a Martha en su trabajo? El equipo de Rebrote lo resume en este párrafo:
“Martha “rompe” la hoja, las figuras escapan. Es decir, diagrama siguiendo la premisa de dibujar dentro de los cuadritos y armar la secuencia, pero ella deja que algunos personajes se salgan del cuadro, crezcan y se impongan en la mirada general que uno hace a la página completa. Martha hace esto como por ejemplo lo hacía Fernando Fernández en España en los años setenta. O Carlos Roume desde siempre. Rompen la página y los personajes terminan envolviendo el centro de la escena, de la hoja, que es hacia donde se obliga a dirigir la mirada”.
El trabajo de Martha es hermoso, pero no tenía el lugar que merecía. ¿Por qué? El reconocimiento, las notas, los premios siempre iban a colegas varones. Y ella era mujer. Dibujar historietas no era el lugar que la época le tenía permitido. Ella quebrantaba las reglas de su tiempo. “A mí nunca me faltó trabajo, nunca nadie me faltó el respeto, me pagaron siempre, cuanto correspondía. Inclusive me invitaban cuando había reuniones. Pero por ejemplo cuando había notas, ninguna mujer aparecía. Le hacían notas a los varones. Una vez asistí a una exposición en la que estaba Caloi. Un caballero Caloi. Conmigo fue un caballero. Había una exposición de dibujo, creo que era de Columba. Lo vi, estaba al lado mío, yo hacía muchísimos años que venía trabajando, y entonces le digo: ¿A usted le parece, yo hace quichicientos años –ya no me acordaba cuantos años– que hago historietas para esta editorial, y no hay una mención, como no ha habido en muchísimos lugares, ni mías ni de otras? Y él no sabía que decirme, le vi la cara dulce como diciendo qué injusto. Se disculpaba. (...) Pero me hice como una coraza con este tema, a través de los años. Por eso perdí muchas historietas. De las que están en el extranjero no pedí nada, me hice una coraza para que no me doliera porque me parecía injusto. Inclusive llegué a pensar que yo debía dibujar muy mal desde el momento en que no pasaba nada, que todos los expuestos eran varones. Entonces me conformaba con tener la plata para pagar el hotel, salíamos con mi mamá. Ganaba muy bien. Los detractores de la historieta femenina me lastimaron, hasta que fueron reconociéndola. Parecía que el rol de la mujer debía ser sólo el de ama de casa. Pero no. Yo necesitaba trabajar para alquilar el departamento con mi mamá. Y esto si querés ponelo grande: NUNCA ME PROSTITUÍ.
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CRÉDITOS LIBRO REBROTE
Felipe Ricardo Ávila (y familia) y Marcelo Bukavec; de Rebrote De la Historieta Argentina
Armando Fernández
Germán Cáceres
Ivan De la Torre
Martha Barnes
María Marta Schmode (hija de Martha Barnes)
CRÉDITOS FOTOS
Patri Lapuente