La reina de la historieta

Durante la década del 50, Martha se convirtió en una reconocida dibujante de historietas de Argentina. Desde Sacapuntas tenemos el honor de compartir algunas de sus citas, que figuran en un libro realizado por la revista Rebrote

Por Pablo Acosta  

Martha Barnes estudió en la Academia Nacional de Bellas Artes de Mendoza y rindió honor a sus estudios convirtiéndose en una gran historietista de nuestro país. A pesar de que sus maestros menospreciaban su pasión por la historieta —decían que no era arte y tampoco un trabajo de mujer— en 1949 se inició como profesional del dibujo. Su calidad artística le permitió trabajar para las editoriales más importantes del país (Muchnik, Lainez, Columba, Difusión, Tor, Acme, Codex, Perfil, y Kapeluz) y también colaboró para Europa, Australia y Estados Unidos. En 2012 la Biblioteca Nacional y la CONABIP le otorgaron un merecido reconocimiento por su contribución a la historieta argentina. Los dibujos de Martha siempre fueron especiales: personajes femeninos bellos y sensuales; gestos y expresiones que delataban los sentimientos de sus figuras; y animales increíbles. Entre sus habilidades se destaca su gran capacidad para permitir que las figuras escapen de los cuadritos y crezcan en la página. Por todas estas razones, su trabajo brilló en la revista Intervalo durante 50 años; sólo interrumpidos por el cierre de la Editorial Columba en el año 2000. Pero además, el trabajo de Martha tiene un plus: ella fue la primera en hacer el dibujo integral: lápiz, tinta y en ocasiones color; y también fue pionera en dibujar en vivo en la televisión en los años 70. En el libro publicado por la Revista Rebrote titulado “Una gran artista llamada Martha Barnes” encontramos la voz de esta gran dibujante. El texto contiene numerosas citas de Martha que nos permiten conocerla y apreciar la dimensión de sus logros como mujer dentro del mundo de la historieta y el dibujo. Una de sus primeras citas tiene que ver con su trazo, lleno de energía: “Dibujo así, con fuerza, como un tipo (risas), mi dibujo no es algo suave. Tal vez sea porque tengo conocimientos del cuerpo humano, no sé... y aprendí cómo plasmarlo”. El hecho de ser mujer y haberse dedicado a la ilustración en aquella época merece doble mérito y ella lo hace valer: “El otro día un amigo me pidió una historieta para poner en su blog, y cuando lo veo me cita: ‘dibujos de Barnes’. Y yo me enojo. ¿Quién es Barnes? ¿Un tipo? Porque habrá quien vea esto y diga: ‘mirá que bien dibuja este tipo’. Y yo soy, y siempre fui una MUJER. Reivindico eso, porque siendo mujer dibujé y dibujé, y ese fue mi trabajo con el que sostuve mi hogar en tiempos difíciles. Cuando vivía con mi mamá o cuando ya casada el dinero no alcanzaba. Yo agarraba mi carpeta con dibujos y salía a recorrer editoriales y siempre volvía con trabajo, con algo para hacer. Yo fui y soy mujer, soy Martha Barnes, no el anónimo Barnes ese”.

Martha fue la primera en hacer el dibujo integral: lápiz, tinta y en ocasiones color; y también fue pionera en dibujar en vivo en la televisión en los años 70

El libro también narra anécdotas de su infancia, sus picardías. A través de estos relatos la vemos como una niña con un vasto mundo interior, y una gran curiosidad por el entorno: “Una vez pasó por Moreno una manga de langostas y yo recogí un manojo, sujetas por las patitas (sin hacerles daño, creo y espero) y se lo llevé a mi mamá como un ramillete de flores; ante el espanto de mi progenitora, que se encerró en la cocina. ¡Cielos! ¡Qué traviesa que era, a pesar de mi cortísima edad! ¿Dónde está Martita? Martita, seguro andaba por los techos o subida en los árboles. Tengo viejas cicatrices de mis andanzas: caídas de paredes, de bici, de árboles... pero todas mis aventuras tenían su cuota de imaginativo argumento. Jugaba a que era este u otro personaje creado por mi imaginación infantil y también influenciada por las películas que veía (colada) en el cine París —que estaba a pasos de mi domicilio y a donde me dejaban entrar gratis—. También jugaba en la plaza Mariano Moreno, que estaba y está frente a la que fue mi casa. Tenía un mundo para jugar y fantasear porque podía ir a todas partes sin peligro... Mi casa. A mí me parecía un lugar increíble, donde podía desarrollar mi imaginación sin molestias y sin interrupciones. ¡Y mis travesuras! En el gallinero me rompí la nariz corriendo al gallo. Bien, me alegro por el asustado animalito que no sufrió daño alguno. En ese entonces, nadie me enseñó que un animalito no era un juguete. No sé en qué pensaban los antiguos respecto a los animales. En mi casa recuerdo haber visto perros durmiendo en alguno de los patios, incluso en invierno, No recuerdo que me dijeran que un animal es un ser maravilloso, ¡no una cosa! La gente era muy ignorante al respecto, por más buena y generosa que fuera; y yendo atrás en el tiempo, “los sabios” creían que no teníamos alma ni las mujeres y ni los animales. Y paro aquí porque me está enojando el tema...

No recuerdo
mi inicio como
“proyecto” de
dibujante.
Desde muy chica
garabateaba todo
lo que me venía
a la mano.

En la voz de Martha leemos el orgullo. Ella es una mujer fuerte, que en tiempos en los que no se podía elegir, tuvo el coraje para tomar las riendas de su camino.

Así lo vemos también en este fragmento: “Después de tantas vicisitudes (quizás agrandadas por mi niñez inexperta y rebelde) otra vez estaba con mi mamá, que había conseguido un puesto en un quiosco y vivía con dos de los hermanos. Para ese entonces me inscribieron en La Academia Nacional de Cuyo, donde comencé a estudiar dibujo —a pesar de algunas vecinas que decían: “por qué no estudia corte y confección en vez de perder tiempo haciendo rayitas y paparruchadas, haciendo cosas inservibles” ¡Ja!—. Prosigo. Dibujaba y dibujaba con entusiasmo, pero en las materias teóricas ya no tenía tantas ganas, aunque me defendía lo mejor que mi poca disposición me permitía. Así y todo yo tenía entre ceja y ceja ¡HISTORIETAS! Y los profesores me decían que eso no era arte... ¡Ahora pienso que la vocación tira más que una yunta de bueyes ¡Misterio! En esa época de vacas más o menos flacas tuve la oportunidad de pintar figuras sobre maderas —que alguien me encomendó— de “Recuerdos de Mendoza”. Mi mamá y la esposa de mi tío Vinicio trabajaban de modistas ¡Como nos lleva la vida para distintos lugares, no importa la cuna en que hayas nacido! Sólo lo cuento, porque sucedió y habrá miles de casos parecidos: la familia de mamá vivió muchos años como gente adinerada y con el tiempo todo se vino abajo. La joyería, el hermoso chalet... pero mi abuelo era ¡un león! ¡Salió adelante sin una sola queja! Ya les conté, perdió todo y fuimos a vivir mi mamá, mi abuela, mis tres tíos, mi abuelito y yo, frente a la plaza de Moreno, y puso un negocio de relojería y arreglos de instrumentos musicales. Bueno, ahora estábamos en Mendoza —donde viví diez años— y en ese tiempo, practiqué dibujos de historietas mientras estudiaba en Bellas Artes. Ya conté que los profesores estaban en contra de este tipo de dibujo, porque decían que no era arte, pero no me importó, porque yo sentía que la historieta invadía mi cerebro y no quería hacer otro tipo de arte. Y seguí creciendo, hasta que a mis 17 años un hermano de mamá volvió a Buenos Aires y nosotras con él. No me fue difícil conseguir trabajo y entré a trabajar en Muchnik, donde hacía pegatinas. Cuando se cumplieron dos años, después de varias vueltas, conocí a un señor que trabajaba en un diario, que me mandó a otra editorial para que dibujara, y...¡ fui aceptada desde el primer momento que presenté mi carpeta! Era la editorial Columba donde estuve el resto de mi carrera, matizando con dibujos para muchas otras editoriales y países del mundo. Poco a poco se fue tejiendo una larga cadena que me llevó a trabajar en Buenos Aires y desde allí, para Australia, Italia, Estados Unidos, y acá en todas las editoriales. A veces me pregunto cómo pude dibujar tanto y además hacer teatro, televisión, radio, armar una familia...”.

Siempre fui muy
meticulosa.
Leo los guiones, me
compenetro, busco
la documentación
correspondiente,
boceto y finalmente
paso a tinta.
¡Todo un trabajo!

Sobre el nacimiento de su pasión por el dibujo, Martha respondía a una entrevista que le realizó Iván de la Torre en 2010 para su blog Revista Replicante: “No recuerdo mi inicio como “proyecto” de dibujante. Desde muy chica garabateaba todo lo que me venía a la mano. Poco a poco también me di cuenta de que me gustaba el arte escénico, y éste y la historieta eran hermanos mellizos. En mi casa nadie me inculcó nada, pero me dejaron hacer; mi mamá me secundó en mi vocación a pesar de la época donde, por ser mujer, no tenía miras de hacer una gran carrera. Cuando fui más grande estudié en la Academia Nacional de Bellas Artes de la provincia de Mendoza, pero mi idea fija era la historieta y me dediqué de lleno a este tema, con absoluta tozudez”.

Luego rememora junto a Armando Fernández: “soy del signo de capricornio y no recuerdo exactamente cuándo comencé a dibujar pero sí sé que era muy pequeña y mi abuelo solía sentarme en una sillita y me ponía un almohadón. Ahí tomaba el lápiz y me ponía a dibujar. Me corre tinta china por las venas”.

Sus dibujos revelan su alma y su temple. En ellos vemos perfección y mucho trabajo: “Soy muy laboriosa y obstinada. Hoy me pregunto para qué me sirvió hacer todo eso y la respuesta que encuentro es que me hizo feliz. Que esta profesión me dio una rica vida interior. Tengo miles de páginas de cuadritos llenados con tinta china. Creo que casi no hay editorial argentina para la que no haya trabajado. Mi primer trabajo fue “El Conde Kostia”. Trabajé para “la palomita” (N. del E.: Editorial Columba) hasta sus tiempos finales. Siempre fui muy meticulosa en mi trabajo. Leo los guiones, me compenetro, busco la documentación correspondiente, boceto y finalmente paso a tinta. ¡Todo un trabajo! En Columba dibujé muchísimo. Muchas historias unitarias y una serie escrita por José Luis Arévalo llamada “Cuentos del Emir”. También me encanta ilustrar las historias de terror (para los norteamericanos hice muchas) y en los años noventa visité la “DC” en Estados Unidos y me trataron muy bien. Siempre me ha dolido que una revista de la categoría de Intervalo no fuera reconocida. ¡Es como si nunca hubiera existido y fue una publicación que duró sesenta años! Y también me duele no haber sido reconocida por mis pares masculinos; y no sólo yo, otras buenas profesionales como Idelba Lidia Dapueto o Laura Gulino”.

Las carreras
llevan mucho
tiempo, y para el
hombre puede
ser más fácil
continuarlas.
Siempre estuve
empecinada en
seguir porque es
mi vocación.

Intervalo, de la Editorial Columba, era una revista destinada a un público femenino. En ella trabajaban ilustradoras, pero también había muchos ilustradores hombres. A ellos durante un tiempo se les solicitó que firmaran con un seudónimo femenino, porque creían que las lectoras se sentirían más cómodas si la publicación tenía un staff femenino.

Ser mujer, tener una familia y trabajar es una combinación difícil, aún hoy, que el trabajo femenino está aceptado en la sociedad. En los años en los que Martha trabajaba, esa era una combinación explosiva: “Las carreras llevan mucho tiempo, y para el hombre puede ser más fácil continuarlas. Yo siempre estuve empecinada en seguir porque ésta es mi vocación. Es decir, a mi hija la he criado al lado de mi mesa de dibujo. El resto es un misterio para mí”. Las carreras llevan mucho tiempo, y para el hombre puede ser más fácil continuarlas. Siempre estuve empecinada en seguir porque es mi vocación. Además de abrirse paso en un mundo de hombres, ¿qué más distingue a Martha en su trabajo? El equipo de Rebrote lo resume en este párrafo:

“Martha “rompe” la hoja, las figuras escapan. Es decir, diagrama siguiendo la premisa de dibujar dentro de los cuadritos y armar la secuencia, pero ella deja que algunos personajes se salgan del cuadro, crezcan y se impongan en la mirada general que uno hace a la página completa. Martha hace esto como por ejemplo lo hacía Fernando Fernández en España en los años setenta. O Carlos Roume desde siempre. Rompen la página y los personajes terminan envolviendo el centro de la escena, de la hoja, que es hacia donde se obliga a dirigir la mirada”.

 

El trabajo de Martha es hermoso, pero no tenía el lugar que merecía. ¿Por qué? El reconocimiento, las notas, los premios siempre iban a colegas varones. Y ella era mujer. Dibujar historietas no era el lugar que la época le tenía permitido. Ella quebrantaba las reglas de su tiempo. “A mí nunca me faltó trabajo, nunca nadie me faltó el respeto, me pagaron siempre, cuanto correspondía. Inclusive me invitaban cuando había reuniones. Pero por ejemplo cuando había notas, ninguna mujer aparecía. Le hacían notas a los varones. Una vez asistí a una exposición en la que estaba Caloi. Un caballero Caloi. Conmigo fue un caballero. Había una exposición de dibujo, creo que era de Columba. Lo vi, estaba al lado mío, yo hacía muchísimos años que venía trabajando, y entonces le digo: ¿A usted le parece, yo hace quichicientos años –ya no me acordaba cuantos años– que hago historietas para esta editorial, y no hay una mención, como no ha habido en muchísimos lugares, ni mías ni de otras? Y él no sabía que decirme, le vi la cara dulce como diciendo qué injusto. Se disculpaba. (...) Pero me hice como una coraza con este tema, a través de los años. Por eso perdí muchas historietas. De las que están en el extranjero no pedí nada, me hice una coraza para que no me doliera porque me parecía injusto. Inclusive llegué a pensar que yo debía dibujar muy mal desde el momento en que no pasaba nada, que todos los expuestos eran varones. Entonces me conformaba con tener la plata para pagar el hotel, salíamos con mi mamá. Ganaba muy bien. Los detractores de la historieta femenina me lastimaron, hasta que fueron reconociéndola. Parecía que el rol de la mujer debía ser sólo el de ama de casa. Pero no. Yo necesitaba trabajar para alquilar el departamento con mi mamá. Y esto si querés ponelo grande: NUNCA ME PROSTITUÍ.

Martha dibujó muchos años, con la época en contra, siendo madre, sosteniendo una familia. Esta gran mujer es sin dudas la mejor inspiración que los ilustradores e ilustradoras de la Argentina podemos encontrar en todo momento, para lograr nuestros sueños.

CRÉDITOS LIBRO REBROTE
Felipe Ricardo Ávila (y familia) y Marcelo Bukavec; de Rebrote De la Historieta Argentina

Armando Fernández
Germán Cáceres
Ivan De la Torre
Martha Barnes
María Marta Schmode (hija de Martha Barnes)

CRÉDITOS FOTOS
Patri Lapuente